LOS TARTESSOS
En el siglo IV a.C., Éforo de Cime escribió sobre una ciudad ilustre repleta de oro, estaño y cobre de céltica. Fue considerado un mito durante dos milenios hasta que, en Sevilla, se descubrió el bautizado como "tesoro del Carambolo", que evidenció la existencia de una civilización que tomó el nombre del río Guadalquivir en esa época, Tartessos.
Fueron una civilización que ocupó el suroeste de la península Ibérica entre los siglos VII y V a. C. Algunas teorías sostienen que su cultura es una mezcla entre otros pueblos, mientras que otros opinan que es original y completamente autóctona. No tiene capital conocida, pero en la Biblia se habla de un lugar asociado a los Tartesios llamado TARSIS.
Su sociedad era simple. Economía basada en la agricultura y la ganadería, además de escasa aristocracia social.
La riqueza mineral que contenía el territorio tartesio provocó el encuentro comercial con los fenicios, que buscan obtener la mayor cantidad de minerales y metales preciosos al menor coste posible. El contacto con Fenicia instala el urbanismo en las ciudades tartesias.
La economía Tartesia crece gracias a la explotación minera. Los tartesios adquirieron el alfabeto y la religión de Fenicia. Un ejemplo son las Estelas, monumentos funerarios en las cuales aparece un personaje principal, el difunto, junto a indicios de la naturaleza de su poder.
En el siglo V a.C., Tartesso llega a su máximo esplendor coincidiendo con el reinado de su único rey conocido Argantonio, y con él, su extraña desaparición.
Aunque existen diversas teorías, la más fuerte coloca a los cartagineses, descendientes de los fenicios y enemigos de los griegos, responsables de la eliminación de los tartesios, ya que estes vencen a los griegos, y puede que quisiesen castigar a la sociedad tartésica por su alianza con Grecia.
A pesar de lo bien que encajan las piezas del puzle, se debe tener en cuenta la posibilidad de una explotación total del mineral, haciendo que pierda interés; o un aislamiento producido por la derrota griega y fenicia, que lleva a los tartesios, dependientes de su cultura y su tecnología, al olvido.