La Guerra de Cuba

La Guerra de Cuba (1895-1898) fue una catástrofe para España ya que
supuso la pérdida de las posesiones hispánicas en Cuba, Puerto Rico,
Filipinas y Guam, además de una gran pérdida de recursos tanto materiales
como humanos.

Cuba había sido una colonia española desde el siglo XVI y durante siglos
habían luchado por la independencia.  Fue concretamente en el año 1898
cuando acabó el poder colonial español en Cuba, pero todo inició treinta
años antes:

La Guerra de los 10 años o Guerra Grande (1868-1878) fue el primer
enfrentamiento armado, liderado por Carlos Manuel de Céspedes. A pesar de
que Cuba logró algunas victorias, la guerra fue larga y agotadora. En 1878, se
firmó el Pacto de Zanjón, que puso fin a la guerra, pero no concedió la
independencia a Cuba.

En 1879, al ver sus planes de independencia frustrados, los cubanos
iniciaron la Guerra Chiquita, un enfrentamiento de un año que acabó en
victoria para los españoles por la falta de líderes militares cubanos y
armamento.

Tras estos conflictos, Cuba entró en un período relativamente pacífico en el
que las reivindicaciones independentistas fueron cada vez más fuertes hasta
iniciar de nuevo el conflicto.

El 24 de febrero de 1895 se produjo un levantamiento simultáneo de treinta
y cinco localidades cubanas conocido como el Grito de Baire, por órdenes de
Martí, político republicano fundador del Partido Revolucionario Cubano. La
capital del Estado envió hombres que fueron posteriormente reforzados por
los soldados enviados por Antonio Cánovas del Castillo que a su vez nombró
a Martínez Campos capitán general de Cuba.
Generalizada la rebelión en toda la isla, el gobierno central de Madrid
destituyó al general Martínez Campos y envió en su lugar al general
Valeriano Weyler que se propuso acabar la guerra en veinticuatro meses
creando campos de concentración donde colocaron a habitantes rurales para
evitar que los sublevados tuvieran el apoyo de los campesinos.
A pesar de la fuerza y superioridad de las tropas españolas, Weyler no fue
capaz de derrotar a los cubanos que llevaron a cabo una guerra de guerrillas
que agotaba al ejército español. Además, las enfermedades tropicales que los
hombres sufrían no facilitaban la batalla.

Ante el fracaso militar, el presidente Sagasta sustituyó a Weyler por el
general Ramón Blanco.

En 1897, Estados Unidos exigió a España reformas para acabar con la guerra
que afectaba a sus intereses, es por esto que Sagasta dicta un decreto de
autonomía para Cuba que se extiende a Puerto Rico. También consiguió
llegar a un acuerdo con los rebeldes filipinos que se habían levantado
impulsados por el espíritu independentista cubano.

A pesar de estas iniciativas, la presencia de España seguía siendo un
obstáculo a eliminar para los rebeldes cubanos que no aceptaban ningún
arreglo político, sino que se detendrían con la independencia. Ante esta
situación, Estados Unidos propuso la compra de las islas (Puerto Rico y
Cuba), pero fue rechazada lo que condujo a una inminente guerra contra la
nación norteamericana apoyada por los rebeldes para lograr la secesión de
Cuba de la Corona Española.

El gobierno estadounidense, en una maniobra intimidatoria, envió un
acorazado, El Maine, a La Habana a principios de 1898 con la excusa de
asegurar los intereses de sus residentes en la isla. Una explosión en la sala
de máquinas provoca la muerte de 256 personas y la culpa recae en España.
La declaración de guerra no tardó en producirse y los combates se
trasladaron al mar, pero la tecnología naval española no pudo hacer frente a
los modernos acorazados estadounidenses que estaban mejor blindados y
tenían un mayor alcance de fuego.

Santiago de Cuba fue tomada tras otra batalla que acabó con la derrota
humillante de España. Este hecho, junto a la superioridad de las fuerzas
cubanas y el apoyo norteamericano, obligó a España a rendirse en 1898.
En París se firmó un tratado de paz por el cual España perdía las posesiones
de Cuba, Puerto Rico y Guam. Filipinas fue entregada a los Estados Unidos
por veinte millones de dólares.

La pérdida de Cuba y las demás colonias provocó un periodo de profunda
crisis social y cultural en España que dio paso a una época de
manifestaciones culturales como la generación del 98, un movimiento
literario marcado por la crisis y la situación histórica que les llevó a
reflexionar sobre los problemas de España y sus posibles soluciones.

Además, la independencia de Cuba fue un factor importante en la aparición
del nacionalismo vasco y catalán, así como en la debilitación del sistema
canovista de turnos, un sistema de alternancia bipartidista que fue uno de
los elementos fundamentales del sistema político de la Restauración
borbónica en España.